viernes, 27 de febrero de 2009

Articulo publicado en ABC por Rocio Fidalgo Vela



El renacimiento del sueño femenino

Viernes, 27-02-09
POR ROCÍO FIDALGO VELA
Espe, Nana, Amparito, Trini, Rocío e Inés. Puede que cada uno de estos nombres le sean ajenos al lector, así como el vínculo que las relaciona. Sin embargo, pensar en la institución que representan las hace más reconocibles. Estos nombres y otros apellidos no menos ilustres -Pry, Martín-Prieto o Ríos- conforman hoy día la columna vertebral del Sevilla femenino y, por tanto, su propia idiosincrasia.
Acostumbrados a referir en este mundo del balompié circunstancias mayoritariamente masculinas, resulta cuanto menos llamativo centrar el interés de unas líneas en la trayectoria de un plantel de féminas. El esfuerzo y el pundonor así lo merece. También las ansias de luchar por hacer realidad un sueño: devolver al equipo, en el menor tiempo posible, a la máxima categoría nacional del fútbol femenino: la Superliga.
Ese es el lema de un batallón dispuesto a desechar al olvido la pesadilla que en tan poco tiempo ha hundido al equipo en un pozo oscuro denominado Liga Provincial. 75 puntos. 294 goles a favor y la curiosidad de mantener imbatida la portería vienen a atestiguar el buen hacer del equipo.
El Sevilla femenino nació con un porqué. La zona noble del Sánchez-Pizjuán consideró apropiado apostar socialmente en el año del Centenario por el fúbol femenino. Lo que por aquel entonces se entendió lo más cómodo a la larga no resultó lo más conveniente.
La «alianza» con el Híspalis, equipo puntero en la Superliga, se tornó perjudicial para el club por las consecuencias que se derivaron más tarde. Los vaivenes económicos y presupuestarios, los reajustes internos y la huida interesada de algunas de las jugadoras con mayor proyección deportiva ensombrecieron las luces dentro del conjunto femenino.
En diciembre de 2007 y en medio de un futuro incierto con urgencia de encadenar victorias para superar los únicos tres puntos logrados en la primera vuelta, llegó -tras la renuncia de Sebastián Borrás por problemas personales- el actual entrenador del Sevilla femenino, José Manuel Fidalgo. «La oportunidad de entrenar al Sevilla femenino fue una sorpresa. Me llamó Miguel Ángel Gómez (secretaría técnica) y me ofreció esa posibilidad. No sopesé nada; primero acepté el reto y luego reflexioné sobre lo demás. Debía sacar el máximo de puntos posibles en los trece partidos que restaban para evitar el descenso. Conseguimos muchos puntos, pero al final no se pudo cumplir el objetivo. A principios de esta temporada, el club me propuso comenzar una nueva etapa y, de nuevo, no lo pensé».
José Manuel Fidalgo se convirtió en el revulsivo que todo equipo precisa. Tuvo que cohesionar un grupo marcado por la diferencia de edad para luego demostrar que era posible otro estilo de juego. Eso marcó un punto de inflexión dentro del vestuario. La disciplina, el establecimiento de motivaciones grupales y su estricto sentido del deber personal en beneficio del equipo fueron, y siguen siendo, sus mejores armas.
La primera capitana del Sevilla femenino, María Suárez, lo tiene claro al respecto. «El cambio de entrenador afectó a todos los niveles. Necesitábamos un cambio. José Manuel nos planteó el fútbol de otra manera, como él lo entendía. Ahora nos damos cuenta de que es un fútbol vistoso con el que disfrutamos. Saber que además de entrenador lo tienes como amigo es positivo. Su ejemplo nos ayuda a todos a mejorar».
A su llegada, el nuevo técnico se implicó en conocer no sólo las virtudes y defectos de cada jugadora, sino también las circunstancias personales y familiares que las rodeaba por la influencia que todo ello tiene sobre el terreno de juego. «En poco tiempo me puse al tanto del contexto de cada jugadora para intentar cubrir sus posibles carencias. Nunca he visto a un grupo trabajar tanto para llegar al nivel. Aunque federativamente somos un equipo que pertenecemos a la Liga Provincial, estoy convencido de que ningún otro equipo de Superliga funciona como nosotros. No es casualidad que la selección absoluta y la andaluza convoquen asiduamente a algunas de las jugadoras».
Amparo, otra de las capitanas, entiende «que nuestro reto está en el día a día. Nos ha enseñado que no son tan importantes los goles ni los triunfos, sino mejorar para reflejarlo en lo colectivo. Sólo así seremos un equipo fuerte. Ha llegado la hora de demostrar que el respaldo del club, creando una cantera de futuras profesionales, no ha sido en balde».
Como podrá ver el lector, el Sevilla femenino ha renacido de sus cenizas con las ideas claras. Lo más inmediato: ascender a Liga Nacional. ¿Pensar en la Superliga? Poco a poco...

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